Muchas gracias presidente.
Rindo este homenaje al padre Esteban Gumucio a nombre de la Bancada del Partido Socialista y también a nombre de la Bancada del Partido Por la Democracia.
Saludos a todos los familiares del padre Esteban Gumucio.
El padre Esteban Gumucio pasó por nuestra tierra sin hacer ruido. Dedicó su vida a transmitir a otros el mensaje de Jesús. Lo hizo esencialmente desde la formación de nuevos sacerdotes y desde la experiencia práctica, desde la vida cotidiana y el trabajo pastoral en las poblaciones populares.
Lo hizo con alegría y humor.
Con el goce de quien siente la felicidad de apoyar y ayudar a otros. Con la sabiduría de quien sabe que en lo colectivo hay también una forma plena de realización personal.
Vivió su sacerdocio pobre y contento.
El padre Esteban Gumucio nos muestra hoy, cuando la obtención y acumulación de bienes parece un fin en sí, la riqueza espiritual de una forma de vida simple y sencilla.
Dice él: “No sé si se deberá a un asunto de personalidad, o de espiritualidad, o las dos cosas juntas, pero en todo esto, yo me iba sintiendo muy feliz. Fue una oportunidad para vivir un poco más los ideales de pobreza personal, de contentarse con poco. Me he sentido agradecido, porque el señor me ha dado todo, lo que me ha tocado vivir”, decía comentando sus días en una población de la zona sur de Santiago, mientras en aquéllos celebres versos, popularizados en la voz del cardenal Raúl Silva Henríquez, revelaba su amor a la Iglesia popular y misionera:
“Amo a la iglesia de aquí y ahora,
La iglesia pobre de nuestro continente,
Teñida de sangre, repleta de gente
De pueblos antiguos sin voz y derrotados
Amo a la iglesia de la solidaridad
Que se da la mano en santa igualdad.”
Y es que Esteban Gumucio fue también un poeta que cantó a lo humano y a lo divino. Una literatura juguetona y profunda. Poemas a las cosas simples: los alambres de la ciudad, los espacios, las mascaras, la mamá tejiendo y el maestro chasquilla.
Inventó cuentos para niños y para grandes. Todos de una originalidad sin límites.
Entrevistó a Moisés, describió como nadie las Ferias Libres, escribió un cuento sobre la Gallina y el Rector de la Universidad, y un poema al Informe de un Asistente Social.
Fue también valiente y solidario.
Valoró la nobleza e importancia de la política y asumió, con decisión, el compromiso con los más pobres y los que sufren. Fue parte de los Cristianos por el Socialismo pero nunca quiso tener un cargo en el movimiento.
El padre Pablo Fontaine dice de él: “Con la mirada de pobre, el padre Esteban nos recuerda, cómo se ven las cosas desde abajo, desde el que no tiene nombre, ni poder, ni riqueza”.
Estuvo junto a los pobladores en los allanamientos posteriores a 1973.
Se conmovió con el horror.
Decía él: “Sentí muy fuerte la presencia de la Iglesia en medio del dolor, del sufrimiento de la gente. Como cristiano me sentí solidario con el pueblo, en cuanto era víctima de la violación de los derechos humanos… Yo sentí que con el pueblo estábamos perseguidos…”, dice recordando esos días tan grises.
Denunció los crímenes cometidos por la dictadura en escritos como El Cristo del Patio 29, Villa Grimaldi 1, 2 y 3, La Paloma y el Ministro de la Corte, El Ángel que era Relegado, entre muchos otros.
Dedicó muchas horas de su vida, con enorme generosidad, a acompañar a matrimonios a vivir su convivencia, valorando las íntimas sutilezas de la vida cotidiana, así como la apertura hacia los otros: “Tener amistad con matrimonios me ha hecho más humano, más comprensivo. Me ha aportado muchísimo. Me ha permitido valorar más la parte afectiva en mi relación con la gente”, escribió.
Fue un pastor, pero también un amigo para muchas parejas. Más que un consejero, un hombre sensible y cercano.
Sus últimos años profundizó en la vejez, enseñándonos a mirarla con paciencia, con humor y una vez más con alegría. Sin evadir sus enormes complicaciones, pero esperanzada: “Quiero envolver mi corazón con los sueños de los jóvenes y acompañarlos por lo menos con ojos caminantes”, dice el padre Esteban en un poema llamado Es Bueno ser Viejo.
Al cumplirse el centenario de su natalicio, rendimos un homenaje al padre Esteban Gumucio, un pastor de su tiempo, un poblador, un guía y un amigo, expresando nuestra admiración por su vida y obra y saludamos, muy cariñosamente, a sus familiares, a sus hermanos en la fe y, especialmente, a la Congregación de los Sagrados Corazones de la que formó parte.
Muchas gracias.
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